La historia ha sido contada varias veces. Inspiró una novela de Jordi Sierra y una obra de teatro. Una mañana de 1923, en el parque Steglitz de Berlín, Franz Kafka encuentra a una niña llorando y le pregunta qué le pasa, ella contesta que perdió su muñeca. Kafka le responde que su muñeca no está perdida. Más bien se ha ido de viaje. Los ojos de la niña cobran vida. ¿De verdad? Claro, le contesta el escritor. ¿Cómo lo sabes? Porque ella me lo ha dicho, le insiste Kafka. Me ha escrito una carta y me ha contado que está de viaje. Dice que no te preocupes por ella.
La niña contenta, le pide a Kafka que le traiga la carta. A lo que, él no se niega…
Esa noche, Kafka vuelve a su casa y escribe una carta firmada por la muñeca, donde le cuenta a la niña de los pormenores de su viaje y le dice que la extraña. El escritor pega en el sobre una estampilla que le había llegado desde Londres. Al día siguiente, lleva la carta a la niña que se alegra mucho y que le pide otra carta de la muñeca que Kafka otra vez, rigurosamente, le escribe.
La historia es sorprendente, pues Kafka no era solo el escritor que supo dar forma a la desesperanza en obras maestras como La metamorfosis y El proceso, y en fábulas de un escepticismo supremo como El artista del hambre. Por el contrario, en esta historia se muestra como un hombre sensible y compasivo, capaz de dar esperanza a una niña triste. En el fondo de su pesimismo esencial, quizá como causa de él, la anécdota muestra que había un corazón alerta, capaz de inventar una fábula como consuelo. El artista que graficaba el escepticismo de la Europa de entreguerras y que definía el ámbito de la literatura contemporánea, era también un hombre atento a la posibilidad de salvar a una niña con aquello que mejor conocía: la ficción.
Pero la historia no termina allí. Hay un detalle más. Un día, Kafka se cansa de escribir cartas de la muñeca para la niña y le escribe una carta final. En ella, la muñeca le cuenta a la niña que se ha casado, que vive feliz con su familia y que ya no tendrá tiempo de escribirle. Kafka le lleva la carta a la niña que la atesora. Por fin la niña puede estar tranquila. Su muñeca tiene una familia, vivirá feliz para siempre y ella lo sabe. La ficción la ha salvado.
Hace cien años, Kafka decidió ser escritor y sus Primeros Textos marcan el aniversario del inicio de su corta y prodigiosa carrera. Murió en 1924, un año después de realizar la historia de la muñeca. Desconociendo que ella también formaría parte de su gran obra.
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